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La Iglesia y el Ejército
Los papeles de la Iglesia y Ejercito exigen reflexiones que, aunque parecen pertenecer otros tiempos podemos percibir con claridad en la actualidad.
A pesar de que la modernidad pensó lo grupal a partir de la necesidad, en Freud, Lévi Strauss, y Lacan entre otros, predomina un símbolo que une a tod@s, hace lazo social y los anuda: el tótem,
El padre, el maestro, el jefe, el rey y Dios. Son símbolos que identifican y cohesionan a los pueblos.
Freud va más allá del símbolo al inventar el mito moderno de Tótem y Tabú (1913), en el que los hermanos matan al padre y lo devoran porque es un obstáculo para que los hijos puedan gozar de sus hembras.
El motivo del asesinato es la falta de goce, al que ya no tendrán acceso, pues la falla moral conlleva la culpa, que eleva al objeto del crimen al rango de lo sagrado, lo supremo motivando el culto y por ende el nacimiento de la cultura.
Una falta que sella el primer lazo social que une a la humanidad: los hermanos juran una alianza fraterna y promulgan dos interdictos sobre los que se funda la cultura: la prohibición del incesto y el parricidio.
Un mito moderno que, como tal carecer de pruebas científicas, pero permite dar sentido a la cultura.
Pero la alianza fraterna, no está a salvo de conflictos. Por eso, Freud retoma la metáfora de El mundo como voluntad y representación, de Schopenhauer, que le permite dar cuenta de la dinámica grupal: la sociedad es como un grupo de puercos espines que durante el invierno se aproximan para darse calor, pero al acercarse se clavan las púas, lo que los obliga a retirarse y a volver a padecer frío. Una metáfora que da cuenta de la ambivalencia humana: la inevitable oscilación gozosa y dolorosa entre el amor y el odio. En Psicología de las masas y análisis del yo, (1920) de Sigmund Freud afirma que las masas son de diversas clases: efímeras o duraderas, homogéneas o heterogéneas, primitivas o altamente organizadas, naturales o artificiales. Freud va a dar más valor a las multitudes con líder. Por lo que escoge las masas con más alto grado de organización, cuyos ejemplos más significativos son la Iglesia y el Ejército.
La Iglesia y el Ejército son masas artificiales, pues necesitan de cierta obligación externa para poder impedir su disolución y evitar alteraciones en su composición.
Son masas que para pertenecer a ellas, por lo común no se le pregunta a ninguno de sus miembros si quieren integrarse, tampoco se le permite que decida libremente su participación, y el solo intento de separación puede tratar de impedirse o castigarse con severidad.
En estas masas de alto grado de organización, protegidas contra su desintegración, existen lazos amorosos que se encuentran muy velados en otras masas. Son masas que están hechas a imagen y semejanza de la familia: lazos que se exigen como indisolubles, símbolos sagrados, complicidades, pactos y rituales.
Tanto en la Iglesia Católica como en el Ejército gobierna una ilusión o espejismo común: un jefe, Cristo o el general, que ama a todos los miembros de la masa por igual. De esta ilusión depende su indisoluble unidad.
Para cada individuo de la masa creyente, Cristo es un bondadoso hermano mayor y hasta un sustituto del padre. Y todos los deberes deben responder a la altura de este amor. En la Iglesia priva la democracia; todos son iguales a los ojos de Cristo. Algo similar pasa en el Ejército, pero con una relación jerárquica entre la masa: cada capitán es el general en jefe y el padre de la compañía, como cada suboficial es el jefe y el padre de la suya; pero una paternidad que no es tierna ni comprensiva, pues aplica una ley severa que cree encarnar.
Una jerarquía parecida priva en la Iglesia, donde los altos prelados pueden llegar a asumir el papel de un padre que empuña una ley de terror, con la que no hacen más que repartir castigos… los pecadores arderán en el infierno etc.
Pero la composición amorosa de las masas no es suficiente para mantener la unidad de estas masas, Freud dice que el lazo social suele complicarse al punto de que al jefe, que permite el lazo social, lo puede ser sustituido. Habilitando la posible lucha fraticida.
En estas dos masas artificiales cada uno de sus miembros tiene una doble relación: con el líder y con el resto de los miembros de la masa. Este doble vínculo es el que le permite a Freud afirmar la falta de libertad de cada uno de sus miembros y de la masa en su conjunto. Lo cual favorece la servidumbre, el dogmatismo, el fanatismo y la renuncia al pensamiento racional y crítico.
Para Freud, la angustia de la masa no es provocada solo por la magnitud del peligro sino por la ausencia de lazos amorosos entre los miembros de la masa y entre ésta y el jefe, como sucede en la angustia neurótica ante la pérdida de amor de los padres.
Porque el pánico surge ante la descomposición de la masa, pues significa el fin de todos los cuidados recíprocos que se tienen entre sí los miembros de la masa.
Así, la debilidad, la retirada o la muerte del líder pueden provocar la fuga de los miembros de la masa, porque se rompen los lazos amorosos con el conductor y se debilita también los lazos entre los miembros de la masa.
Pero una religión, aunque sea la religión del amor, parece que no puede evitar ser dura con quienes no pertenecen a ella, por lo que suele estar preparada para la crueldad y la intolerancia hacia los otros: los diferentes.
De aquí el peligro siempre latente a que estallen guerras religiosas. Una barbarie a la que el Ejército no es ajeno, pues como vive de la ilusión de su indisoluble unidad y de que su jefe encarna la ley, no puede más que obedecerla sin pensar y de manera terrorífica hacia los diferentes.

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