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“Honduras: rehén del delirio golpista” - Entrevista a Pedro Brieger*
Alejandro Aymú

Publicado el 25/9/2009 15:00:00 (37 Lecturas)




El golpe Cívico Militar que sacude a Honduras no es más que la clásica salida que encuentra la derecha del continente representada por siniestros personajes que no dudan en desplegar su poder más brutal cuando las decisiones políticas se ponen a disposición de los sectores más populares de la población. El pueblo hondureño está en una batalla que encuentra la solidaridad y preocupación de los países de la región y de un mundo donde los organismos internacionales no dudan, a esta altura, en salir en defensa de la democracia. En esta entrevista, Pedro Brieger, periodista especializado en temas internacionales, nos brinda claves para entender el proceso hondureño y poder enmarcarlo en el mapa regional.

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El golpe Cívico Militar que sacude a Honduras no es más que la clásica salida que encuentra la derecha del continente representada por siniestros personajes que no dudan en desplegar su poder más brutal cuando las decisiones políticas se ponen a disposición de los sectores más populares de la población.

Las argumentaciones delirantes con las que los fascistas hondureños pretenden justificar un accionar que no tolera análisis democrático alguno se apoya en sus armas cargadas de intolerancia y balas, en la oligarquía tradicional, la jerarquía eclesiástica, en un empresariado egoísta y en los medios masivos de comunicación.

Son los mismos personajes que se repiten en los países de la región que han enfrentado estos acontecimientos. Los mismos sectores obtusos que se revelan ante el más mínimo indicio progresista. Son estos los que consiguen la complicidad de los sectores conservadores del imperio destituyente y de los presidentes felpudos de la región.

El pueblo hondureño está en una batalla que encuentra la solidaridad y preocupación de los países de la región y de un mundo donde los organismos internacionales no dudan, a esta altura, en salir en defensa de la democracia.

El tiempo desgasta las fuerzas populares y la legitimidad que el voto le dio a Zelaya. Juega a favor de los gorilas golpistas que parecen envalentonarse a cada minuto en el que el presidente Zelaya se encuentra fuera del poder real.

¿Cómo se llegó a este golpe cívico-militar en Honduras?

Si tomamos los datos puntuales y el argumento de los golpistas es que se estaba por realizar una encuesta nacional el 28 de junio; esto era una especie de consulta popular no vinculante para ver si en las elecciones del 29 de noviembre se iba a colocar una cuarta urna para los votantes.

El 29 de noviembre se tenían que colocar tres urnas para las elecciones generales. Para Presidente, Alcaldes y Legisladores. Lo que quería el presidente Manuel Zelaya era a través de esta encuesta no vinculante, plantearle al pueblo la posibilidad de colocar la cuarta urna y, en esa cuarta urna, abrir una puerta para la convocatoria para una asamblea constituyente. Cosa que se preguntara el 29 de noviembre si la gente quería o no una asamblea constituyente. Creo que el gran temor de los sectores de oposición a Zelaya era que pudiera reproducir una situación similar a la que se dio en Ecuador y Venezuela donde la convocatoria a una asamblea constituyente abrió una dinámica que llevó a que presidentes que no tenían una mayoría en el parlamento y que habían ganado solamente a través de la elección presidencial pudieran revertir esa situación, tener mayoría en la asamblea constituyente, sumaran a través de la movilización a una gran parte de la población y entonces pudieran convocar a nuevas elecciones generales donde entonces sí tuvieran mayoría. Creo que el gran temor del parlamento hondureño que estaba en contra de Zelaya es que se abriera esa dinámica. Por eso, trataron de cortarla el 28 de junio para impedir que se hiciera, incluso, una convocatoria que no era vinculante pero me parece que ellos en la dinámica que preveían si ganaba la propuesta de poner la cuarta urna, entonces el 29 de noviembre era muy posible que se colocara esa urna, que se preguntara por una asamblea constituyente y después los seguidores de Zelaya ganaran la asamblea constituyente y pudieran convocar a elecciones generales de otra manera. Si bien esta constitución no habilitaba la reelección de Zelaya, creo que el temor de los opositores a Zelaya era que la asamblea constituyente sí reformara la legislación y habilitara la reelección de Zelaya. Como el tema de las reelecciones es un tema muy espinoso a nivel regional y está muy emparentado con Chávez, Correa, Evo Morales con un eje progresista en la región, al acusar a Zelaya de reeleccionista lo que buscaban también era conseguir apoyo internacional para un golpe que se hacía en principio para evitar la reelección de Zelaya.

¿Cuál fue la postura que tomó el partido de Zelaya?

El partido de Zelaya, el Partido Liberal, en su mayoría estaba representado en el parlamento y votó por la destitución de Zelaya. Primero aprobó una supuesta carta de renuncia y después se aprobó la destitución de Zelaya. El presidente hondureño llega al poder a través del Partido Liberal, un partido de los históricos que en su mayoría está en contra del giro que había dado Zelaya hacia posturas más progresistas. Más allá de medidas internas, como aumentar salarios o tener un discurso respecto de la distribución de la riqueza, me parece que tuvo algunos ejes que irritaron mucho a la derecha hondureña, a los sectores tradicionales. Como, por ejemplo, en primer lugar, la adhesión al ALBA, esta alianza bolivariana liderada por Hugo Chávez. En segundo lugar, la fuerte postura que tuvo Manuel Zelaya para levantar la suspensión a Cuba en la OEA, la reunión de la OEA se hizo en Honduras. Ahí el presidente Zelaya, la Canciller Patricia Rodas tuvieron postura muy fuerte de apoyo de reincorporación de Cuba a la OEA.






¿Cuál es la diferencia que Ud. ve con el golpe que tuvo Chávez en el 2002 y el avance que tienen las derechas de la región, con las mismas herramientas golpistas?

Creo que justamente este golpe tiene similitudes con el golpe que se realizó en Venezuela en el 2002, y que se diferencia de los golpes llamados “tradicionales” de la década del 60 y del 70 en América Latina. La diferencia de estos golpes con el que vive Honduras es que los golpistas recalcan que no son sólo las fuerzas armadas las que toman el poder. En Venezuela, tampoco fueron las fuerzas armadas las que tomaron el poder. Si bien todos los golpes en América Latina fueron cívico-militares es real que en muchos casos quienes tomaban el poder eran los militares, la imagen de Pinochet, tal vez simboliza esto más que nada; un militar sentado con los brazos cruzados, anteojos oscuros y una mirada de odio. En este caso, como en el 2002, lo que hacen las fuerzas armadas es tomar al Presidente y destituirlo, después dar un paso al costado, estar expectante apoyando la nueva situación, dándole un marco de seguridad a una sucesión constitucional, y lo que se plantea en Honduras es una sucesión constitucional. No es justamente el caso de Venezuela; porque en Venezuela se disolvió el Parlamento y se nombró a una persona que no era ni siquiera miembro de este órgano, su nombre era Carmona. Pero en el caso de Honduras, permanentemente se insiste en el discurso de que esto es una continuidad del proceso constitucional, que no hay violación de la constitución y se trata de plantear a nivel mediático-internacional que acá hay una sucesión constitucional. Estos argumentos para los golpes de Estado en la década del 60 y 70 era algo irrelevante. Si bien muchos planteaban que iban a volver a la democracia y que esto era solamente un proceso de “normalización” como decían, tenían otras características, más allá de la poca credibilidad, por la sucesión de golpes de Estado con las mismas características en América Latina.

¿Cómo analiza Ud. el rol de los organismos internacionales y de las regiones?

Creo que la actitud muy torpe, burda, por parte de los golpistas hizo que rápidamente América Latina cerrara filas y denunciara que esto es un golpe de Estado. Es muy difícil de justificar, por más que haya una decisión de la Corte Suprema, que se tome a un Presidente a las cinco de la mañana, se lo saque de la cama y se lo expulse del país. Distinto hubiera sido si la Corte Suprema lo arrestaba para comenzar un proceso judicial, legal, de hecho, hubieron destituciones en América Latina y la semana previa al golpe se hablaba de que podían decretar que Zelaya era insano mentalmente, algo que pasó con Abdalá Bucaram en Ecuador, por lo tanto, había un antecedente de destitución del Presidente. No es el caso, cometieron la torpeza de echarlo del país, de leer una carta de renuncia que no había presentado Zelaya, cometieron muchos actos de torpeza que los dejó descolocados y con América Latina muy unida respecto de la condena de este golpe. A lo que se suma que un Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, Miguel d’ Escoto, nicaragüense, que también tomó la decisión de llevar inmediatamente el tema a Naciones Unidas por lo que se logró un repudio de ONU. En primer lugar, de la OEA, y, después, de prácticamente todas las instituciones Latinoamericanas.

¿Podría comentar la posición de Estados Unidos?

EE.UU. tiene primero una postura más dubitativa, pero el mismo día Hillary Clinton, la Secretaria de Estado, sale a decir públicamente que el único Presidente que EE.UU. reconoce es Manuel Zelaya y el embajador de EE.UU. en Honduras también sale públicamente a decir que el único Presidente que reconocen es Manuel Zelaya. Esto marca una diferencia de lo que pasó en 2002, cuando detrás del golpe de Estado había muchas señales de que estaba EE.UU. y además muy rápidamente los periódicos del stablishment de EE.UU. en las primeras 48 hs acompañaron el golpe de Estado.

La actitud dubitativa de EE.UU. persiste desde algunas organizaciones. Yo no leí declaraciones públicas de la CIA, habría que hacer un seguimiento riguroso de organismos de Seguridad, Inteligencia, Departamento de Estado, para ver qué declaró cada uno pero en principio la voz oficial es la del Presidente, la de Departamento de Estado. Incluso en una conferencia, dos miembros del departamento de Estado dijeron públicamente que eso fue un golpe de Estado.

¿Respecto de la posición que tuvo la presidenta Cristina Fernández?

Me parece que toda América Latina con diferentes matices acompañó a través de la votación en la OEA la condena del golpe de Estado pero, por supuesto, que hubo matices y diferencias que se vieron cuando Fernando Lugo (presidente de Paraguay), Rafael Correa (presidente de Ecuador) y Cristina Fernández fueron a poner el cuerpo en el intento de regreso de Zelaya, esto fue diferente de la postura del presidente de Colombia, Álvaro Uribe, que inclusive insinuó que no había que intervenir en los asuntos internos o del presidente de Panamá, Martinelli, que dijo que había que buscar el diálogo y negociar. En este sentido, la postura de Correa, Lugo y Cristina Fernández de Kirchner fue la de marcar claramente que había que condenar el golpe de Estado y acompañar el regreso de Zelaya; algo que tal vez se hubiera concretado si más presidentes latinoamericanos y figuras públicas tomaban esta iniciativa.

¿Cuál es su lectura de la postura que toma la sociedad civil respecto de los golpes de Estado y el rol de los medios de comunicación?

Los diarios tradicionales históricos en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina, también claramente están en contra de cualquier cambio que tenga un rumbo progresista y lo manifiestan públicamente. Hoy se han convertido en sectores abiertos de oposición y en el caso de Honduras también. Transmitiendo públicamente todo lo que pueda minimizar el apoyo a Manuel Zelaya e instigando al miedo todo lo que pueda ser una alianza con Chávez. El presidente venezolano se ha convertido en un “cuco” en América Latina y esto se vio en las elecciones en Ecuador y Perú. Permanentemente está la sombra de Chávez, no está la sombra de Cuba pero ahora está la de Chávez. Los periódicos y las cadenas de televisión privadas que tienen una postura ideológica en contra de estos cambios progresistas, abiertamente agitan el fantasma de Chávez.

*Pedro Brieger. Sociólogo, Periodista. Analista de Política Internacional.

Alejandro Aymú es integrante del Departamento de Comunicación del Centro Cultural de la Cooperación


Fuente: La revista del CCC [en línea]. Enero / Agosto 2009, n° 5 / 6

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